Vivimos en un mundo donde los ciudadanos consideran a las empresas más competentes y éticas que incluso los gobiernos y los medios de comunicación. ¿Pero realmente se puede confiar en ellas?
Hoy en día, además de los beneficios y la rentabilidad, las empresas tienen que preocuparse por el impacto social y ecológico de su actividad, buscando un equilibrio ético y rentable.
Es aquí donde entra en juego el llamado ecocapitalismo o capitalismo sostenible, una evolución del capitalismo tradicional que sostiene que el desarrollo económico se puede compaginar con la preservación del medio ambiente sin minorar los beneficios.
En este modelo pueden participar los gobiernos, utilizando instrumentos de políticas gubernamentales capitalistas para resolver problemas ambientales como por ejemplo implantando impuesto por ciertas emisiones perjudiciales, entre otras acciones. O en el caso de las empresas, por ejemplo, invirtiendo en investigación para tener la posibilidad de mejorar ciertas áreas o procesos de la empresa, disminuyendo emisiones perjudiciales, entre otras.
¿Pero hasta que punto las empresas realizan estas actividades para proteger el medio ambiente? Se podría interpretar también como un intento para quedar bien con la sociedad. Son muchos los ejemplos que se conocen de empresas realizando acciones sociales para lavar su imagen por un error cometido.
El modelo descrito anteriormente acumula diversas críticas; Son muchos los que consideran que actualmente el capitalismo no es compatible con la sostenibilidad ya que el sistema económico crece y abarca la mayor parte del ecosistema. También son remarcables las diferencias entre países desarrollados y países en crecimiento.
Por último, hare referencia a la afirmación de Jeffrey Sachs “El desarrollo sostenible es ante todo un ejercicio de resolución de problemas”, lo ideal sería modificar este pensamiento para que el desarrollo sostenible fuese un ejercicio de prevención, más que de resolución.